José Antonio Marina Torres, nacido el 1 de julio de 1939 en Toledo, España, es un filósofo, ensayista y pedagogo español reconocido por sus contribuciones en el campo de la educación y la psicología educativa. Nieto del filósofo toledano Juan Marina Muñoz, es catedrático excedente de filosofía en el instituto madrileño de La Cabrera, Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia.
Algunas de sus principales contribuciones a la educación son:
Marina ha dedicado su vida profesional a la investigación sobre la inteligencia y a la educación. Su labor investigadora se ha centrado en el estudio de la inteligencia y en especial de los mecanismos de la creatividad artística (en el área del lenguaje sobre todo), científica, tecnológica y económica. Ha elaborado una teoría de la inteligencia que comienza en la neurología y concluye en la ética.
En su ensayo El misterio de la voluntad perdida, Marina analiza la crisis de este valor en la sociedad y la educación contemporánea. En su Diccionario de los sentimientos, analiza la visión de estos que se encuentra implícita en el lenguaje, descubre que los sentimientos negativos están más ampliamente representados en él que los positivos y plantea la necesidad de una educación temprana de las emociones.
Marina ha destacado la importancia de desarrollar la personalidad del niño introduciendo nuevos conceptos sobre la memoria, que es “la esencia de la inteligencia. Según Marina, el problema radica en que hay que impulsar la motivación de los alumnos y su deseo de progresar, ya que “todo niño tiene derecho a tener alguna vez la experiencia de éxito merecido en la escuela”.
Reflexiones sobre la Educación en la Sociedad
Marina ha reflexionado sobre el papel de la educación en la sociedad. Según él, es necesario que las empresas e instituciones del ámbito educativo se actualicen cada día ya que “toda institución para sobrevivir necesita aprender al menos a la misma velocidad que la sociedad”. Además, ha señalado la importancia de facilitar la comunicación entre los distintos niveles educativos.
Para Marina, para educar “bien” a los niños “necesitamos una buena tribu, formada por la familia, la escuela y los agentes sociales”. Pero, desafortunadamente, no siempre contamos con una tribu bien estructurada, ya que en algunos casos “la escuela es la única tabla de salvación que tienen los niños”.
Educación emocional
En su obra, Marina ha defendido una teoría de la inteligencia emocional que comienza en la neurología y concluye en la ética. Según él, es un error tratar de resolver todos los problemas emocionales reformulándolos en términos psicológicos. En cambio, sostiene que la psicología debe ser meramente instrumental, que puede estudiar cómo funcionan los sentimientos, pero no debe convertirse en guía de los mismos.
En su libro El misterio de la voluntad perdida, Marina analiza la crisis de la voluntad en la sociedad y la educación contemporánea. En su Diccionario de los sentimientos, plantea la necesidad de una educación temprana de las emociones.
Marina propone que la educación emocional es un conocimiento instrumental que debe encuadrarse en un marco ético que le indique los fines, y debe prolongarse en una educación de las virtudes que permita realizar los valores fundamentales. Según él, la única vía para la construcción de una sana autoestima que nos lleve a la solidaridad con los demás y nos oriente hacia un comportamiento digno y noble es el paso desde el sentimiento a la ética.
Neuroeducación
Marina sostiene que la neurociencia y la educación deberían establecer entre sí una colaboración más estrecha. Según él, la escuela no sólo debería aprovechar los descubrimientos producidos en el ámbito de la neurociencia, sino también debería demandar a los neurocientíficos la aclaración de ciertos temas de interés educativo. En otras palabras, la educación debería establecer parte de la agenda de la neurociencia educativa.
La neurociencia, según Marina, debería conseguir cuatro objetivos:
Ayudar a los profesores a entender el proceso educativo.
Ayudarles a resolver trastornos del aprendizaje de origen neurológico.
Ayudarles a mejorar los procesos de aprendizaje y a incrementar las posibilidades de la inteligencia humana, sugiriendo nuevos métodos y validando los elaborados por la pedagogía.
Ayudar a establecer sistemas eficientes de interacción entre cerebro humano y tecnología.
Valoración de la figura del maestro.
José Antonio Marina valora enormemente la figura del maestro y enfatiza su papel crucial en el proceso educativo.
Marina sostiene que los docentes deben tener la sabiduría suficiente para poner a cada niño un tipo de tarea en la que sienta que triunfa, porque una vez que ha sentido esa experiencia va a querer repetirla. Según él, esta es la clave para enganchar a los niños en el proceso educativo.
En cuanto a la remuneración de los docentes, Marina considera que “una parte de los honorarios debería relacionarse con la excelencia en el desempeño” y que es importante cuidar que el nivel de sueldo inicial sea lo más alto posible.
Las aportaciones de José Antonio Marina a la educación han sido influyentes en el ámbito educativo en España y han llevado a una mayor reflexión sobre cómo mejorar la calidad de la educación y el desarrollo integral de los estudiantes. Su enfoque en la educación emocional, la neuroeducación y el aprendizaje significativo ha inspirado a educadores y líderes educativos a adoptar enfoques más holísticos y centrados en el bienestar de los estudiantes.
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