Con nuestra actitud vendemos imagen positiva, pero también generamos animadversión, a veces sin saber por qué. Conviene que analicemos nuestras actuaciones desde el punto de vista de cómo pueden interpretarlas las demás personas y modificar los actos negativos. Con este análisis aprendes a conocerte más, aprendes a comunicarte mejor y puedes desarrollar actitudes que te pueden ser útiles más allá de esta oposición e incluso para cambiar de profesión.
Preparar la entrada
Ya has tenido el primer encuentro con algunos miembros del tribunal en el primer examen, como hemos comprobado en el punto 19.3. “Vista”. Por tanto, ya no son desconocidos para ti, aunque tú para ellos sí. Ahora se trata de preparar tu entrada al segundo examen, donde te juegas el todo por el todo. Por tanto, cuanto más conozcas de esta prueba, mejor.
Es posible que te hayan aconsejado no ir a la sala de espera ni entrar a las exposiciones públicas de otros opositores. Nuestra experiencia aconseja todo lo contrario. Es preciso dominar el contexto y conocer el campo de batalla. Actores, corredores, jugadores, etc. todos van a conocer el campo antes del gran partido. Los equipos estudian a los contrarios en largas sesiones de vídeo, ¿y tú no?
Unos días antes de que toque tu turno es conveniente visitar la antesala que se convierte en un centro de información interesante, por cuanto se va conociendo qué temas salen, cómo actúa el tribunal, qué preguntas suelen hacer, baremos que utilizan, cómo son las puntuaciones, etc. Puedes pensar que esto es espiar, pero ¿no te gustan las películas de espionaje sibilino? Busca en el diccionario la palabra “sibila”.
También es provechoso asistir a algunas exposiciones de otros aspirantes, aprovechando que son públicas, pero pidiendo permiso al tribunal. Cuando sale el Secretario a por el opositor siguiente suele decir que “el acto es público”, pero si no lo hace es el momento para decir:
“Por favor ¿puedo entrar?”
Muchas gracias ¿dónde puedo sentarme para no molestar?”
De esta manera tienes ocasión de conocer “el campo de batalla”, contemplar a otros opositores y observar al tribunal. Ya sabemos que nada más pensarlo te da un ataque de ansiedad, pero te daremos buenas razones para mostrar que merece la pena pasar esos nervios.
Entrar a la sala de examen es positivo porque:
Te familiarizas con la sala, el ambiente y el tribunal. Ya sabes que se tiene miedo a lo desconocido.
Es una situación ansiógena, pero como no te juegas nada puedes tranquilizarte respirando hondo. La segunda vez que entres te será más sencillo porque te vas adaptando.
Tienes tiempo para observar cómo actúa cada miembro (si atienden más o menos, relación interna, tipo de preguntas, etc.) y te permite preparar tus estrategias provechosas para cada uno de ellos.
Compruebas si tienen plantillas con criterios de valoración (ver apartado 11.5. “¿Qué valora el tribunal?”) y cuándo escriben sobre ellas. Eso te da información sobre sus criterios de valoración.
Vas detectando y delimitando cuáles son los criterios que siguen.
Es muy útil, pues aprendes de los errores y los aciertos de los demás que están exponiendo. Aprendes más que estudiando.
Encuentras pistas que te dan información y claves para elegir la estrategia más rentable.
Mejoras tu autoestima al comprobar que puedes hacerlo mejor.
Tú vas conociendo a los miembros del tribunal, pero ellos también comienzan a reconocerte. Cuando llegue tu turno ya sois “viejos conocidos” y los conocidos suelen tratarse con más naturalidad.
Los miembros del tribunal son conscientes de tu interés y esfuerzo.
Debes estar en el sitio que te asignen pero con total corrección y asepsia: como si no hubiera nadie en ese lugar y tomando nota mental de todo cuanto ocurre. Si dejas de ser “un mueble”, haciendo ruido, tomando notas o moviéndote puede ocurrir que la “visita” sea negativa y volverse contra ti.
Como habrás observado la postura que adopta cada miembro del tribunal, inmediatamente después de la visita analiza cómo ha ido la sesión. Apunta las preguntas, los datos significativos, comentarios, características, estilo del tribunal, etc.
La conducta de cada miembro del tribunal es positiva si manifiesta interés y aceptación, se inclina hacia delante, mira a los ojos, está relajado, toma notas, hace gestos de asentimiento o sonríe. Por el contrario, es negativa si se echa excesivamente hacia atrás, las manos en los bolsillos, si cruza los brazos e inclina la cabeza, si muestra indiferencia, cansancio, aburrimiento, está distraído, con la mirada desvaída o fija en algún documento, hace dibujitos, tamborilea, mueve mucho los pies, se frota la nariz, bosteza, etc.
Es muy interesante que descubras en qué momentos, ante qué aspectos han mostrado más interés o por qué podían estar aburridos. Toda esta información te resultará útil para diseñar estrategias atrayentes y preparar una exposición más trepidante.
Las conductas positivas te refuerzan; en el caso de las negativas, debes “vacunarte” y evitarlas, o procurar que no te afecten. También puedes detectar quién es el líder y si con sus intervenciones influye en los demás miembros.
Corrección y respeto
Te nombran, entras, te diriges a la mesa donde está el tribunal y dices “buenos días” (o buenas tardes). El presidente te dirá que te sientes si quieres, pero puede estar centrado en otra cosa. En ese caso, dices “¿Puedo sentarme?” o “¿Puedo comenzar?”. El mensaje que transmites sin palabras es (yo les reconozco como tribunal pero estoy aquí y deben atenderme).
El tribunal te mira y te dice que sí. Das las gracias mientras lo haces y te presentas mirando directamente a los ojos a todos los miembros de la mesa, empezando por el presidente. Estás intentando establecer una comunicación positiva con sonrisa, mirada cálida y de cierta complicidad.
Como vimos anteriormente, la mirada es el comunicador no verbal más eficaz, por lo que debes mantener el contacto visual intermitente con todos los miembros del tribunal. Si te “enganchas” sólo a uno corres dos peligros: que los otros no te escuchen y que alguno se moleste porque lo marginas de tu atención. En ambos casos no sales beneficiado.
Discreción y respeto son actitudes claves. Todos los miembros del tribunal deben ser tratados de “usted”. Aunque conozcas algún miembro, en ese momento es “otra persona” y no debe ser tratado con familiaridad.
Es necesario contestar todas las preguntas, pero si no entiendes algún contenido aclara las dudas antes de lanzarte por la pendiente de error.
También es conveniente que hagas una pausa de 3 a 5 segundos antes de cada respuesta, aunque la sepas de corrido. Da sensación de que piensas antes de hablar. Si el silencio te produce tensión, mientras piensas puedes ir repitiendo la pregunta que te acaban de hacer.
¿Qué hago con mis nervios?
¿Tienes miedo al examen? ¿A que los nervios te traicionen? Es bueno que te encuentres un poco nervioso porque así te mantienes más activo.
El miedo a lo desconocido y la preocupación por cómo va ir el examen es un estado normal. El temor ante lo inexplorado y como anticipación del peligro es consustancial a todas las personas. Nos pasa a todos y es sano por cuanto nos induce a poner los medios necesarios para superar el peligro.
La ansiedad es el miedo exagerado al fracaso que elabora tu cerebro. El miedo está en tu pensamiento porque imaginas que lo harás mal y temes el ridículo, todo lo cual te genera angustia. Si lo piensas objetivamente, al dejarte dominar por la ansiedad, tu enemigo no es el examen: eres tú mismo. No te rindas, por favor no cedas, Aunque el frío queme, Aunque el miedo muerda, Aunque el sol se ponga y se calle el viento, Aún hay fuego en tu alma, Aún hay vida en tus sueños . Mario Benedetti
¿Cuántas cosas has hecho mal y no has tenido miedo a hacerlas? ¿Cuántas veces has hecho deliberadamente el ridículo y no te ha importado. Lo que temes no sucede si tú te lo propones y muchas veces estamos sufriendo con anterioridad por algo que nunca ocurre.
El tribunal no es tu enemigo, siempre te va a tratar con respeto y nadie se va a reír de tus posibles fallos. Si lo haces mal tendrás mala puntuación pero nadie lo va a tener en consideración cinco minutos después. Por otra parte, tienes todo el derecho a equivocarte y a ponerte nervioso, aceptarlo y que lo acepten porque es normal.
¿Cuántos exámenes has superado en tu vida? ¡Muchos! Piensas que este examen es diferente porque no lo conoces, porque no “te has probado”. Por eso te aconsejamos que visites y conozcas de cerca el lugar del examen para familiarizarte con el sistema y que “te veas”, te imagines en el lugar de la persona que está exponiendo y así te vayas “vacunando”.
¿Cómo se manifiesta tu ansiedad? Hay personas a quienes se le dispersan las ideas, pierden el hilo del tema y olvidan la conexión de los contenidos. Para evitarlo organiza todo tu trabajo en esquemas, “grabados a fuego”, que te sirven de soporte para continuar la exposición (ver el apartado siguiente).
A algunas personas les falla la voz, hablan muy bajo o tan deprisa que apenas vocalizan y no se les entiende. A otras les tiemblan las manos e incluso todo el cuerpo. El miedo al fracaso o al ridículo produce cierto desequilibrio emocional. Pero todo ello se puede modificar mediante entrenamiento, porque “no es tan fiero el león como lo pintan” y le damos a la situación más valor del que realmente tiene.
El miedo está en tu pensamiento. Piensa que no pasa nada porque se note, que el tribunal comprende tus nervios y que valorará el esfuerzo que manifiestas por dominarlos y mantenerte sin salir corriendo. En estos casos ayuda beber pequeños sorbos de agua o una pausa para tranquilizarse mediante una inspiración profunda y expiración lenta, lo que produce pequeños espacios de tiempo para relajación y liberación de tensión.
Antes de empezar a hablar realiza una inspiración profunda y expiración lenta mientras te adaptas a la situación con una mirada rápida al tribunal.
Antídotos del miedo
Tus pensamientos negativos están generando miedo y ansiedad. Si se los comentas a alguien que pueda analizarlos con objetividad te dirá que son pensamientos falsos. El mejor antídoto es el entrenamiento y los pensamientos positivos. Así puedes poner en práctica los puntos siguientes:
Imagina la situación de examen como si la estuvieras viviendo y adáptate a ella mediante relajación.
Experimenta y repite experiencias reales para hacerlas cotidianas y generar respuestas de adaptación. (Ver apartado 9. “Preparación de un tema oral. Ensayos”).
Realiza visitas a la sala de exposiciones y vive las sensaciones.Reconoce que tienes una gran capacidad de mejora y que te lo has demostrado en numerosas ocasiones.
Repite con frecuencia: “Yo sé más que algunos miembros del tribunal”. “El miedo lo estoy creando yo”.Seguridad.
Piensa que te has entrenado a conciencia.
El miedo al ridículo se cura aprendiendo a reírse de sí mismo.
Actúa con naturalidad, como tú eres. Es seguro que algo bueno tienes.
Relájate respirando hondo y soltando el aire lentamente.
Repite mentalmente muchas veces: Lo voy a hacer muy ¡¡¡BIEN!!!
Si el problema de los nervios aún te sigue bloqueando excesivamente, tienes otras opciones:
Prepárate asistiendo a clases de yoga: te vendrá bien para tu autocontrol y te servirá de ejercicio de recuperación de largas sentadas.
Tu médico de cabecera puede recetarte algún ansiolítico, pero debes probarlo varios días antes del examen para conocer sus efectos. No es prudente llegar “drogado”.
La noche antes del examen es muy conveniente que duermas bien para estar descansado y relajado.
Relajación rápida
En casa puedes relajarte acostado, pero antes de entrar al examen tendrás que hacerlo sentado. Esta situación es la que vamos a describir.
Sentado, con la espalda recta, los pies apoyados totalmente en el suelo, los brazos caen con las manos abiertas hacia abajo sobre tus muslos. Los ojos cerrados, respiras profundamente y sueltas el aire despacio. Ahora tensa todos los músculos de tu cuerpo con una contracción enérgica y rápida. Después relaja toda la musculatura y respira de nuevo.
Toma aire, tensa de nuevo, como si te estuvieras desperezando, mantén la tensión unos segundos y suelta el aire lentamente forzando la salida mediante la contracción de los pulmones inclinándote hacia adelante.
Vuelve a coger aire profundamente y suéltalo lentamente varias veces mientras vas notando que tus músculos están cada vez más sueltos desde el cuello, los hombros, las piernas y los pies.
Gira lentamente la cabeza dos veces (izquierda-derecha-delante-atrás) notando cómo se mueven los músculos del cuello y se relaja la tensión acumulada en la nuca.
Mientras respiras profundamente puedes ir repitiendo mentalmente frases parecidas a estas: “tranquilo”, “lo estoy haciendo muy bien”, “los voy a dejar boquiabiertos”, “esto es mío”, “me van a aplaudir”.
Todo el ejercicio te puede llevar alrededor de tres minutos y puedes hacerlo en la antesala del “potro de tortura”. Conviene que este ejercicio lo hayas ensayado otras veces, adaptado a tu gusto y comprobado cómo te sientes mejor.
Y si me quedo en blanco
No tiene por qué ocurrir pero si te sucediera el tribunal no debe captarlo, a ser posible. Para ello puedes utilizar algunas de las siguientes estrategias:
Echar un vistazo al esquema que siempre sirve de apoyo.Realizar una pequeña recopilación del punto que estabas exponiendo.
Utilizar otras palabras para decir lo anterior mientras encuentras de nuevo “el hilo” de las ideas que ibas a exponer. “No sé si ha quedado suficientemente claro...” (repites lo anterior ).
Revisar algunos apartados. “Hemos visto hasta ahora...”
Saltar a otro punto con naturalidad. “Bien. Sobre este punto podremos volver después y ampliarlo si queda tiempo...” “Pasamos ahora a desarrollar el apartado correspondiente a...”
Usar “comodín”. Consiste en tener preparado un aspecto práctico relacionado con el tema. “Un aspecto básico es cómo se siente el alumno ante las tareas de aprendizaje que le proponemos. Supongo que conocen el libro “El grito de la gaviota”, donde la autora –Emmanuelle Laborit– cuenta su reacción negativa ante el aprendizaje forzado”.
Si el bloqueo es evidente y pertinaz puedes reconocerlo con naturalidad y con una sonrisa decir: “He perdido la conexión con la idea que quería exponer, mientras la recupero podemos pasar a la siguiente pregunta”.
Salvado el trance ansiógeno, es muy probable que la memoria se porte bien, vuelva en tu ayuda y puedas retomar el tema.
La situación puede ser tan tensa que lo único que piensas es en salir corriendo. Aguanta lo que puedas pues, pase lo que pase, abandonar es lo último que debes hacer. Casi siempre hay un miembro del tribunal que quiere ayudar y hasta puede ser que te dé pistas de cómo puedes seguir. Déjate ayudar y da las gracias, porque aún tienes posibilidades de conseguir algo.
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